Los primeros pasos del turismo en Aragón
En los albores de la década de los años 50 del pasado siglo, la Dirección General de Turismo editaba este espléndido folleto turístico –algunas de cuyas imágenes se reproducen en esta página–, dedicado a ‘Aragón’. La publicación se encuadraba dentro de la colección destinada por entonces a mostrar las bellezas de las regiones y ciudades de España. La ilustración de la cubierta es obra del pintor y dibujante Ricardo Summers Ysern (1908–1995), conocido por el seudónimo de Serny, para muchos el Toulouse Lautrec español. Las fotografías son fruto de la mirada de los grandes fotógrafos del momento: Foradada, Gillón, Gudiol, Loygorri, Quiroga y Losada (Marqués de Santa María del Villar), Mas, Marín Chivite (fotógrafo de HERALDO DE ARAGÓN), Mora y Rivera. Esta pequeña joya de la historia del turismo en Aragón forma parte del importante legado documental que el altoaragonés de Biescas Luis Fernández Fuster, profesor de la Escuela Oficial de Turismo de Madrid desde su creación en 1963 hasta 1985, recopiló a lo largo de su vida y donó a la antigua Escuela de Turismo de Huesca. El fondo, unas 1.500 fotografías –procedentes de los archivos de organismos estatales de gestión y promoción del turismo durante el reinado de Alfonso XIII, la II República y la dictadura franquista–, junto con más de 3.000 libros, colecciones de revistas, carteles, folletos…, ha sido digitalizado en la biblioteca de la Facultad de Empresa y Gestión Pública, del Campus oscense. Parte de la colección, se exhibe en su sede bajo el título ‘Imágenes turísticas del Alto Aragón (1928-1963)’ y es pieza clave para comprender la iconografía y los orígenes del turismo en el Pirineo aragonés, a través de imágenes capturadas por prestigiosos fotógrafos –Zercovitz, Zubillaga, Wunderlich, Rivera, Mas o Andrada–; por el servicio oficial de fotografía del Patronato Nacional de Turismo, entre 1928 y 1939; o de la Dirección General de Turismo, a partir del año 1940.
Imágenes del Valle de Ordesa, del emblemático balneario de Panticosa, Ansó, Riglos, Alquézar…, de las primeras décadas del siglo XX, tomadas ya con la clara intención de atraer a los viajeros y visitantes para promocionar un territorio que hoy es referente en el turismo de montaña, pero que, entonces, vivía prácticamente aislado y volcado en una economía tradicional agroganadera, de espaldas al turismo convencional.
Los primeros pasos
“Todo parece indicar que los orígenes del llamado ‘turismo de masas’, tal y como lo conocemos hoy, daba sus primeros pasos, institucionalmente en España, en 1951”, explica María Victoria Sanangustín, coordinadora del Máster universitario en Dirección y Planificación de Turismo, que se imparte en la Facultad de Empresa y Gestión Púbica de Huesca, y que junto con José Manuel Ubé, director de la biblioteca del centro, han diseñado la exposición.
“Se trataba de un modelo turístico un tanto paternalista, centralizado y totalmente orientado y cerrado desde el régimen político de la dictadura franquista, que, poco a poco, se fue democratizando, ya que, en los años iniciales, el turismo se restringe a las clases sociales altas”, añade Sanagustín. Cabe recordar que, a principios de los 50, España comenzaba a salir del estancamiento económico, gracias a la banca americana, y de su aislamiento internacional. Ya entonces, la Dirección General de Turismo puso en marcha una serie de campañas de promoción en el continente americano y en algunos países europeos, que se tradujeron en un aumento considerable de las llegadas de turistas en 1951. El 28 de julio de aquel año, se creaba un nuevo ministerio, que englobaba las carteras de Información y Turismo. Sin embargo, como argumenta la coordinadora del Máster en Dirección y Planificación de Turismo, ya hacía mucho tiempo que Aragón era foco de atracción turística “gracias y principalmente a factores tan importantes y determinantes como la línea del Ferrocarril Internacional de Canfranc –inaugurada en 1928–, en el que viajaban miles de personas de ambos lados del Pirineo, con diferentes destinos”.
Turismo de salud
También resultaba tremendamente atractiva la existencia de una red de balnearios emblemáticos aragoneses, muchos de finales del s. XIX y con orígenes romanos. “Entonces, ya existía lo que actualmente conocemos como ‘turismo de salud’”, añade Sanagustín, y cita algunos enclaves termales como Termas Pallarés, en Alhama de Aragón (Zaragoza), que data de 1860 –”el Hotel Termas –apunta– fue el primer edificio de España que tuvo ascensor, y todavía se conserva”–, o el carismático balneario de Panticosa (Huesca), que, aunque empezó a construirse en 1694, vivía su gran periodo de esplendor entre los años 20 y 60 del siglo pasado.
“Los barrancos de la Sierra de Guara y buena parte de nuestros Pirineos, principalmente el valle de Ordesa, fueron ‘descubiertos’ por los turistas franceses desde finales del siglo XIX y principios del XX. Gracias, entre otras, a la figura del fotógrafo costumbrista Luciene Briet (1860-1921), que con sus maravillosas imágenes del Pirineo activó los recursos patrimoniales, naturales y culturales de nuestra Comunidad”, comenta Sanagustín, que enumera una larga lista de núcleos rurales de la geografía aragonesa y enclaves históricos que, “desde siempre”, han sido ‘venerados’ y por su riqueza patrimonial: Sos del Rey Católico, Albarracín, San Juan de la Peña, Loarre…, sin olvidar, por supuesto, el poderoso imán turístico que ha sido, es y será la basílica del Pilar de Zaragoza, “foco de atracción de peregrinos desde el siglo XIII”. “Es interesante subrayar –incide Sanagustín– que, evidentemente, es muy difícil identificar, acotar el ‘nacimiento’ del turismo, ya que los peregrinos recorren caminos históricos –el de Santiago y la ruta Jacobea, el del Santo Grial…– desde hace siglos. En este sentido, los estudios de la prestigiosa antropóloga Valene Smith (1992), ya apuntan la relación entre peregrinaje y turismo, y habla de un ‘turismo religioso’”, del que Aragón participa plenamente. “Ya en un estudio que realizamos en 2011 para el Gobierno de Aragón y las cámaras de comercio, llegamos a la conclusión de que el turismo en Aragón se identifica con una triple ‘P’: Pirineos, Pilar y Paisaje”. El turismo de nieve también ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo del sector en el Alto Aragón, que empezó su andadura en 1928 con la inauguración de la estación de esquí de Candanchú (Huesca), la más antigua de España.
Norteamericanos y románico
Sanagustín destaca que en los años 50-60, la mayoría de turistas que venían a Aragón eran españoles, procedentes de otras regiones, pero también franceses –el carácter fronterizo aragonés afianzaba ya su potencialidad turística en aquellos años–, y no podemos olvidar “la temprana atracción que sintieron los turistas norteamericanos por nuestro arte románico”.
Según datos aportados por Esther M. Sánchez, en un estudio realizado en 2001 para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en 1951, España registraba su primer millón de visitantes, situándose poco después a la cabeza de los países tradicionales de recepción turística en Europa: en 1952 logró superar a Francia y en 1964 a Italia, alzándose como líder del turismo mundial. El ‘boom’ del turismo internacional había llegado a España; un turismo contemporáneo, llamado comúnmente ‘de masas’, diferente al de épocas anteriores, patrimonio exclusivo de minorías.
Impacto económico
La llegada de turistas, sobre todo extranjeros, trajo consigo valores diferentes y, por supuesto, generó un inevitable choque cultural. Y, con el paso del tiempo, el turismo también ha ido dejando su huella, aunque de manera desigual, en la economía de aquellos pueblos del Alto Aragón, sin duda, pioneros en el sector. “En algunos municipios –subraya Victoria Sanagustín–, el impacto ha sido tan fuerte que casi han abandonado sus actividades tradicionales, sobre todo, en aquellos que desarrollan la actividad turística de nieve. En otros, por ejemplo, los que se dedican al turismo rural, suele ser una actividad complementaria, y no alternativa a las tradicionales, e, incluso, genera otras actividades emergentes, vinculadas a la agroindustria. Está claro que el turismo impacta positivamente en las economías familiares de los pueblos, siempre que se cuente con la voz de sus habitantes y se promueva un turismo de calidad. Además, en la actualidad, se ha convertido en una herramienta importante para luchar contra la despoblación de algunas zonas”.
Lejana queda ya la imagen del Aragón turístico y la intención del folleto promocional de los años 50, reproducido en la primera página. En 2019, la Comunidad aragonesa alcanzaba su récord histórico, con 3.810.445 millones de turistas.
Fuente: Herado.es